Oración de la Mañana

Querido Dios, gracias por llevarme a través de este día. Gracias por darme la fuerza que necesitaba para no rendirme. Mientras me preparo para descansar esta noche, te pido que esa misma fuerza me acompañe. Gracias por ser la luz en cada lugar oscuro. Al pensar en mi vida, puedo sonreír porque nunca me has dejado. A través de las lágrimas, la confusión y los dolores, Tú estabas allí guiándome, sosteniéndome y sanándome, aun cuando no me daba cuenta de que estaba roto. Gracias por ser mi Buen Pastor. Tú no solo me guías en los tiempos fáciles… también me guías en los tiempos difíciles. Luchas contra lo que viene a hacerme daño. Unges mi cabeza con aceite. Restauras mi alma. Y aun cuando camine por el valle de sombra de muerte, no temeré porque Tú estás conmigo. Te entrego esta noche. En el nombre de Jesús, Amén.

Protégeme, oh Dios, pues en Ti me refugio. —Salmo 16:1

Amado Dios, qué hermoso es despertar en este nuevo día con la certeza de que Tú, mi Padre celestial, me sostienes con Tu amor inagotable. Qué dicha tan grande es abrir los ojos y saber que Tu luz me envuelve, que Tu misericordia se renueva sobre mi vida y que cada latido de mi corazón es una prueba de que aún tienes planes maravillosos para mí.

Señor, me postro ante Ti con humildad y gratitud, con un corazón dispuesto a exaltar Tu grandeza y a rendir honor a Tu santo nombre. Aunque en mi camino existan dificultades, aunque en ocasiones el desaliento intente invadir mi alma, siempre puedo sentir Tu inmenso amor reflejado en las innumerables bendiciones que, sin merecerlas, me concedes día tras día.

Gracias, mi buen Señor, porque me permites gozar de la alegría de la vida, porque me das la oportunidad de despertar junto a mi familia y a mis seres queridos, aquellos a quienes tanto amo y por quienes ruego Tu protección. Gracias porque, aunque en mi hogar no sobren las riquezas materiales, tengo todo lo necesario para ser verdaderamente feliz: el calor de un hogar lleno de amor, el pan sobre mi mesa, el abrigo de un techo seguro, la dicha de la salud y, sobre todo, Tu amor inquebrantable y Tu protección, que son el mayor tesoro que puedo poseer.

Padre bendito, en este día que comienza pongo mi vida entera en Tus manos. Te entrego cada pensamiento, cada latido de mi corazón, cada paso que dé y cada decisión que tome. Sé que si Tú vas conmigo, nada ni nadie podrá hacerme frente, pues Tu poder es infinito y Tu gracia es mi refugio seguro.

Tómame en Tus brazos, Señor. Guíame, enséñame a caminar por el sendero recto y no permitas que me aparte de Ti. Perdóname, mi Dios, por todas aquellas veces en las que te he fallado, cuando mis palabras o actos no han sido reflejo de Tu amor. Perdóname por los momentos en que permití que el orgullo, la ira o la desesperanza gobernaran mi corazón. Perdóname por cada vez que dudé de Tu promesa y actué con mi propia prudencia en vez de confiar en Ti. Lávame, purifícame y haz de mí un instrumento de Tu voluntad.

Tú conoces mis pensamientos más profundos, Señor. A Ti nada puedo ocultar, pues escudriñas mi corazón y sabes lo que me preocupa, lo que me entristece y lo que anhelo con fervor. Por eso hoy, con humildad y devoción, te pido que me ayudes a salir adelante, que me concedas la fortaleza para enfrentar cada reto con valentía y paciencia, y que me enseñes a esperar en Tu tiempo perfecto.